Las inversiones pasivas se refieren a una estrategia de inversión que busca obtener rendimientos a largo plazo a través de la replicación de un índice o cesta diversificada de activos, en contraste con la gestión activa que implica decisiones más frecuentes y específicas.
Los fondos cotizados (ETFs) son vehículos populares en este enfoque, ya que permiten a los inversores acceder a una amplia variedad de activos con una sola inversión.
La importancia de las inversiones pasivas, particularmente a través de ETFs a largo plazo, radica en la diversificación automática y la eficiencia en costos que ofrecen. Al replicar un índice, los inversores obtienen exposición a diferentes clases de activos y sectores, reduciendo así el riesgo individual de una inversión. Además, los ETFs suelen tener gastos más bajos en comparación con fondos gestionados activamente, lo que contribuye a maximizar los rendimientos netos a lo largo del tiempo.
Esta estrategia a largo plazo puede ser especialmente beneficiosa para inversores que buscan un enfoque más pasivo y menos intensivo en la gestión, permitiendo un crecimiento gradual y consistente de su cartera de inversiones a lo largo de los años.